Hubo un tiempo en el que realmente creí en esos grandes superhéroes de Marvel.
Cuando tenía un mal día, llamaba con todas mis fuerzas a Superman para que me llevara volando muy alto, dejándome ver lo pequeña que es la gente desde el cielo.
Cuando me encontraba entre malvados villanos que intentaban herirme, miraba en todas direcciones esperando que Hulk viniera a apartarlos de mi camino.
Cuando me sentía desprotegida, deseaba estar al lado de Spiderman para que lo cubriera todo de telarañas, callando la boca de todo aquel que no tuviera porqué hablar.
Cuando me sentía avergonzada, rezaba todas las noches soñando amanecer convertida en la Mujer Invisible, siendo inexistente para el mundo.
Cuando era traicionada, soñaba ser tormenta y poder soltar una pequeña descarga a más de uno.
Pero ahora, con el paso de los años y un poco más de madurez, he comprendido que esos héroes sólo existen en las hojas de comics guardados en cajas cogiendo polvo en el armario. Que los verdaderos héroes son aquellos que caminan por la calle, pasando inadvertidos entre la gente.
Son aquellos que con sólo dos palabras saben llegar al alma. Son aquellos que te defienden ante la gente, que diariamente te ayudan a sonreír y con los que te sientes realmente afortunado, o simplemente aquellos que cuando lloras, permanecen a tu lado sin decir palabra, como si no estuviesen pero demostrando que están ahí.
Y realmente no es necesario llamar a a estos héroes, ni suplicar por ellos. Porque ellos siempre están ahí cuando los requieres sin necesidad de avisarlos, pretegiéndote de la cruda realidad y salvándote de las peores situaciones imaginables.
Hoy me siento afortunada de tener Héroes en mi vida del tamaño de Hulk y el corazón del Capitán América, que reúnen su valía y coraje pero que, a la vez, son tan reales como sus sentimientos.
Cuando tenía un mal día, llamaba con todas mis fuerzas a Superman para que me llevara volando muy alto, dejándome ver lo pequeña que es la gente desde el cielo.
Cuando me encontraba entre malvados villanos que intentaban herirme, miraba en todas direcciones esperando que Hulk viniera a apartarlos de mi camino.
Cuando me sentía desprotegida, deseaba estar al lado de Spiderman para que lo cubriera todo de telarañas, callando la boca de todo aquel que no tuviera porqué hablar.
Cuando me sentía avergonzada, rezaba todas las noches soñando amanecer convertida en la Mujer Invisible, siendo inexistente para el mundo.
Cuando era traicionada, soñaba ser tormenta y poder soltar una pequeña descarga a más de uno.
Pero ahora, con el paso de los años y un poco más de madurez, he comprendido que esos héroes sólo existen en las hojas de comics guardados en cajas cogiendo polvo en el armario. Que los verdaderos héroes son aquellos que caminan por la calle, pasando inadvertidos entre la gente.
Son aquellos que con sólo dos palabras saben llegar al alma. Son aquellos que te defienden ante la gente, que diariamente te ayudan a sonreír y con los que te sientes realmente afortunado, o simplemente aquellos que cuando lloras, permanecen a tu lado sin decir palabra, como si no estuviesen pero demostrando que están ahí.
Y realmente no es necesario llamar a a estos héroes, ni suplicar por ellos. Porque ellos siempre están ahí cuando los requieres sin necesidad de avisarlos, pretegiéndote de la cruda realidad y salvándote de las peores situaciones imaginables.
Hoy me siento afortunada de tener Héroes en mi vida del tamaño de Hulk y el corazón del Capitán América, que reúnen su valía y coraje pero que, a la vez, son tan reales como sus sentimientos.
ELLOS SON LOS HÉROES DE MI VIDA
Sandra Sánchez Domínguez 4º ESO